Historia de Lanzarote

Desde la caída del Imperio Romano hasta la ocupación española en el siglo XV se sabía muy poco sobre las islas y su gente. Sin embargo, habían habido ya algunas expediciones de exploradores árabes o europeos. De hecho, un enclave árabe se había establecido en Canarias alrededor del año 1000 DC. Generalmente, la intención de estos viajes era explorar los "Siete Mares" pero muchas expediciones acababan en Canarias por accidente, una vez perdido el rumbo lejos de la costa oeste de Africa.

Juan Bethencourt

Una de estas expediciones pudo haber dado origen al nombre de Lanzarote. Un marinero genovés llamado Lancelotto amerizó en la isla en el año 1312 y muchos historiadores creen que el nombre de la isla tuvo su origen en el. Otros dicen que el nombre se deriva de un caballero normando, Juan de Bethencourt, quien triunfantemente rompió su lanza en pedazos cuando llegó a Lanzarote, y declaró "Lanza rota".

Pero la historia es bastante inverosímil ya que Bethencourt debería de haber hablado el antiguo francés normando y no el castellano moderno. Quizás el origen más probable viene de un noble francés, Lancelot, que vino a Lanzarote en una de las expediciones de Bethencourt.

Una importante expedición anterior a la ocupación de Lanzarote fue ordenada por el Rey Alfonso IV de Portugal en el año 1341. us marinos dirigidos por Angiolino de Tegghia de Corbiz partieron a las Islas Canarias y contaron trece islas en el archipiélago siete islas mayores y seis islas menores. Gran Canaria, Tenerife, La Palma, Gomera, Hierro, Fuerteventura y Lanzarote representando las mayores y Lobos, Roque del Este, Roque del Oeste, La Graciosa, Montaña Clara y Alegranza las menores.

Los exploradores eran portugueses, italianos y españoles y fueron recibidos con benevolencia por los habitantes Guanches. Fue ésta una expedición que abriría vastos y nuevos horizontes a los posteriores viajes europeos.

Debemos a este primer viaje la primera historia real sobre la situación y la existencia verificable de las Islas Canarias. La desmitificación de las Islas Afortunadas había empezado y desgraciadamente también el saqueo. Los años que prepararon el terreno a la ocupación de las islas se marcaron por ataques piratas.

En busca de riquezas y gloria, bucaneros de España y Portugal navegaban por todas las Islas Canarias sin cesar de hostigarlas y desembarcar en ellas a sangre y fuego. La Cueva de los Verdes, una enorme cueva volcánica subterránea, fué un buen refugio para los isleños durante estos ataques.

En el año 1300 también un grupo de navieros de Andalucía, Vizcaya y Guipúzcoa organizaron una expedición destructiva cuando Lanzarote ya había sido saqueada.

Sin embargo, los piratas evitaron Tenerife ya que se habían oído relatos espeluznantes de la fiereza de los habitantes de la isla más grande.

Enrique III de Castilla

En 1330 el noble español Almonaster llegó a Lanzarote. Volvió a la corte española de Enrique III de Castilla con un grupo de Guanches nativos y productos agrícolas de la isla. Un cortesano normando ansioso de fama y fortuna se impresionó tanto con la expedición de Almonaster que no pasó mucho tiempo hasta que decidiera conquistar las Islas Canarias.

Bethencourt empezó inmediatamente a planear la conquista. Persuadió a dos influyentes monjes franciscanos, Pedro Bontier y Juan Le Verrier, para que fuesen sus capellanes y también para que actuasen como cronistas de la expedición. También llevaría consigo dos nativos canarios ya bautizados, Alfonso e Isabel, quienes serían sus interpretes.

El barco de Bethencourt zarpó con 80 hombres desde La Rochelle en la costa oeste de Francia el 1 de Mayo de 1402 con dirección al sur. Después de visitar Vivero y La Coruña la expedición llegó a Cadiz donde atracó ahí algunas semanas en las cuales 26 hombres desertaron. Impertérrito por las deserciones y asistido por su teniente el caballero Gadifer de la Salle, Bethencourt salió hacia las Islas Afortunadas. Ocho días después de haber dejado Cádiz se empezaron a ver las desiertas islas de Alegranza, Montaña Clara y La Graciosa.

Y a medida que el barco se aproximaba, una costa aún mas grande apareció en el horizonte era Lanzarote. Bethencourt rápidamente empezó a planear el desembarco en el norte de la isla, pero su primer intento fracasó debido al mal tiempo y a la escarpada costa. Decidió usar la minúscula isla deshabitada de Alegranza como base desde la cual iniciaría el ataque a la isla vecina. Bethencourt celebró un "concilio de guerra" con sus 53 hombres y decidió salir hacia Lanzarote lo antes posible. Pero al día siguiente su concilio de guerra se volvió superfluo porque cuando desembarcaron Bethencourt y sus hombres fueron bien recibidos por los isleños que ofrecieron regalos y les trataron como buenos amigos y no como enemigos.

En los años anteriores Lanzarote había sufrido numerosos ataques piratas y los habitantes vieron a Bethencourt como un posible protector. Uno de los isleños que parecía el Rey local (llevaba una primitiva corona hecha de piel de cabra y de conchas) rogó a Bethencourt que les protegiera de los saqueadores. A cambio el Rey prometió amistad y sometimiento a Bethencourt .